CUENTO ETEREO

Las calles de mi alma son

como veredas de pueblo,

llenas de pechos humildes

y ventanas al acecho.

En el rincón de su plaza

surge un pozo de silencio

con musgo de atardeceres

en el pretil del recuerdo.

Los jardines de mi alma

son flores de ventisquero,

siempre ateridas de frío,

siempre  sedientas de fuego.

Y a su pie nace una hermita,

el corazón de mi pueblo

con un sagrario de plata

que es el centro de este cuento.

Como siempre, sus vecinos

jamás se ponen de acuerdo;

unos suben, otros bajan

y otros se entregan al tedio.

Más, al saber tu venida,

válgame Dios, que revuelo.

Las flores han reventado

y el pozo salpica el Cielo.

Si pudieras contemplar

los bailes, el campaneo

y el desfile de los niños

con sus vestiditos nuevos.

En el pueblo de mi alma

están locos de contento

por ver a la forastera.

Cuándo dejarás de serlo?.

David Pablo

De su obra Rendijas