RECUERDOS

Para Ivan

En un hato sin mensura,

donde el gamelote crece

hasta tapar la estatura,

tenía yo un caminito

de dos cuadras y una loma

que bajaba hasta la poza

donde vivía la Luna.

No es que el camino mentado

fuera una vereda real,

era más bien una trilla

compartida con mi perro

y las vacas que al corral

subían cada mañana

a la hora de ordeñar.

Pero era mi camino,

de propiedad personal,

por el que nunca jamás,

en tres noches que allí estuve,

alguien osó transitar,

menos mi perro y mi Luna

y las vacas de ordeñar.

David Pablo

De su obra Rendijas